Aquel invierno del setenta estaba siendo especialmente frío. Todo Zagreb estaba revuelto, los acontecimientos parecían querer precipitarse y podía sentirse un ambiente enrarecido en toda Yugoslavia… Antica siempre había sido especialmente combativa, sobre todo desde que su padre fue detenido, cuando cerraron el periódico. Ya no creía en Tito y en sus promesas. El 22 de noviembre de 1970 comenzó la masiva huelga convocada por la Unión de Estudiantes.
Y allí estaba ella. Defendiendo su lengua, su nación, su historia, su cultura, en definitiva defendiendo la idea de una Croacia libre. Durante la noche comenzaron las detenciones. Antica fue avisada poco después de las ocho de la tarde por un policía, viejo conocido de su padre desde la infancia. Apenas tuvo tiempo de reunir cuatro cosas y huir en un viaje que jamás olvidaría. Al amanecer del día siguiente sus tíos de Rijeka la recibieron asustados en la casa familiar que tenían a orillas del Adriático en la tan famosa villa marítima de los Habsburgo.
Después el mar, Pesaro, Ravena y Bolonia. Finalmente París.
Los años de París fueron difíciles.
Solo trabajo, lucha y precariedad.
Finalmente llegó el desencanto con la política. ..
Allí se enamoró de un pintor español que acabó abandonándola en Barcelona.
Eran los años 80 y por aquellos guiños que sólo el destino da, acabó viviendo en Madrid.
Con el tiempo, consiguió un puesto de intérprete para una empresa exportadora que trabajaba con los países del Este. Fueron años alejados de la política, de sus amigos, de su familia, hasta que finalmente conoció a la persona que cambió su vida para siempre…
¿Podía Antica enamorarse con tanta pasión?
Tenía 50 años recién cumplidos.
En Croacia había estallado la guerra. Era el año 1991…
Durante muchos años Antica fue una persona plenamente feliz, hasta que André, el gran amor de su vida, enfermó. En esa época triste, tuvo que abandonar su trabajo para dedicarse enteramente a él, a su cuidado. Juntos vivieron años terribles, llenos de sufrimiento y dolor, hasta que una mañana lánguida de un otoño que no acababa de llegar, se llevó, como el aire se lleva las hojas caducas de los árboles, definitivamente la felicidad de Antica…
Al tristísimo entierro, le siguió el no menos triste desahucio y al desahucio la soledad de la calle.
A veces recordaba su infancia en Zagreb, sus padres, sus amigos, su familia.
¿Que había sido de su vida? ¿En qué momento la había perdido?
– Tica… Tica… tienes que levantarte e ir al albergue, ya te hemos dicho muchas veces que no puedes estar en este cajero, tienes que ir al albergue, hace mucho frío –
Pero Antica no hacía caso, cogía su desvencijado carrito de la compra, sus cuatro cosas viejas y sus cartones y se marchaba hasta la calle de al lado cerca de un portal calentito…
Y miraba al cielo pensando las vueltas que da la vida…