Mientras la lluvia caía con fuerza, Adriana vio pasar en unos pocos segundos toda su vida.
La sirena de la ambulancia sonaba con fuerza en su cabeza… tan fuerte que le impedía escuchar las voces de los sanitarios que la atendían… Intentó decir algo pero no pudo, solamente sintió un sabor amargo y un dolor lacerante en la garganta. La sirena…
Adriana era drogadicta, mejor dicho yonki como ella decía, pero esto cómo es obvio no siempre fue así.
Había nacido y vivido en Madrid, de hecho nunca había salido de la capital. Cuando tenía 17 años probó por primera vez la coca, en realidad ya llevaba un par de años fumando canutos. En su caso, una cosa no llevó a la otra, fue fruto del hartazgo, de la soledad y de la ignorancia. Estaba deprimida, simplemente no encontraba su sitio, no tenía amistades, familia…
Unos meses más tarde la invitaron a un chino de “spring”, una mezcla terrible de coca y caballo que se puso muy de moda en los 90. De los chinos y el papel de plata, pasó a la aguja como la que salta un charco pequeño en un día de lluvia, sin mayor esfuerzo y casi sin darse cuenta.
Después sólo sobrevivir.
Por las mañanas, cantaba el agua en el poblado de la droga y a media tarde se buscaba la vida como podía para obtener algo más de burro. Su vida transcurría entre los palos que daba y los que le daban a ella. Una vida triste, de soledad…
Aquella mañana después de cantar el agua entró en la chabola a por lo suyo…
– Adri ten cuidado que este burro es muy bueno, es turco. Dos micras te tocan –
Pero no hizo caso. Tan siquiera escuchó.
Era un día más, un pico más, nada fuera de lo corriente.
Pero sí, resultó ser muy bueno…
Cuándo despertó estaba en el hospital.
Tuvo suerte y entró en el plan de recuperación de una asociación conocida. Allí le ayudaron a recuperar su vida, a recuperarse como persona, como ser humano, como mujer… Según fue recuperando sus dientes, fue recuperando su vida, finalmente dejo la metadona y volvió a ser libre.
Tempus fugit. Era una mañana cualquiera.
Adriana se sentía feliz mientras paseaba con una amiga de la Asociación donde colaboraba…
Un yonki flaco, desdentado y desesperado se les acercó – Darme algo – balbuceó.
Es difícil expresar lo que Adriana sintió en aquel momento… Se acercó a él y con una infinita ternura le besó en la cara – ven con nosotras – le dijo. Le tomó de la mano y caminaron a su lado. Sin saber por qué Adriana recordó el día de la ambulancia, la sirena… Y sintió como una fina lluvia comenzaba a mojar su cabeza – este – pensó – no se me escapa –
Le apretó un poco más la mano, le miró, le sonrío con una infinita dulzura, le atrajo hacia sí y le abrazó con la pasión con la que sólo una madre abraza a un hijo perdido y finalmente hallado.
Efectivamente llovía… pero esta vez no había ambulancia, ni sirena, ni desesperación… sólo la esperanza de un día nuevo. De una vida nueva que recuperar.
– Me llamo Adri y soy la del poblado… ¿y tú?